Se puso el vestido más bonito que tenia en el armario, los tacones más altos, se maquilló y se soltó el pelo y miró atrás : allí, a tan sólo unos pasos de ella estaba la jaula dorada que él le había regalado una navidad, en la que había estado encerrada meses y meses esperando a que él la liberara con un beso y la llevara lejos como acompañante , dónde lo había esperado más de 600 noches llorando y pidiendo al cielo que él la alimentara con su amor, pero aquello pocas veces ocurría, y cuando pasaba era tan poco lo que le daba que siempre se quedaba con ganas de más, casi vacía, aunque a ella con esas migas le bastaba, la amargura de la espera y el dolor de ver como el poco a poco iba coleccionando otras jaulas la hacía sentirse triste, pero al menos viva por guardar dentro tanto amor incondicional. Pero llegó un día, que vio la puerta un poco entreabierta y se dio cuenta de que fuera de allí había una libertad que la esperaba , y mucha gente a la que encontrarse que podía hacerla sentir feliz y libre, como ella siempre había querido. Por eso se fue, sin mirar atrás sin despedirse de él, ni siquiera le avisó y, hoy en día, sabe que es lo mejor que podía haber hecho, un poco tarde, pero muy acertada su decisión de salir sola a volar.